Adiós querida Marilyn

Por Daiana Zilioli

Después de tanto andar, de tan duro sufrimiento, llegó la paz. Tu esfuerzo constante por mantenerte en pie era admirable. Tu sonrisa era imborrable. Cuantos recuerdos, cuantos viajes imaginarios, cuantas historias compartidas.

Tu entrada a las aulas era inesperada; un día envuelta en una túnica y un turbante nos anticipaba que algo de Medio Oriente se venía. Fotos, videos, piedras y amuletos embellecían y hacían viva nuestra historia, la de más allá, la historia del universo. Nos llevabas, loca, nos trasladabas a esos lugares increíbles, revivíamos fechas, momentos y conocíamos nuevos protagonistas de la historia. Nunca olvidaré la sensación que causaban tus clases, tus interpretaciones, tus abrazos, tus presentes para el día del estudiante y ese inolvidable cuaderno negro con la calavera. Después de haber compartido esos momentos de la educación secundaria, de haberte tenido como profe, te volví a encontrar como colega, como compañera por algunos día de trabajo, fue lindo. Pasó el tiempo y tu fortaleza crecía cada vez más. La luchaste incansablemente sin perder esas ganas de laburar, de escribir, de encontrar, de relacionar y unir líneas. Abriste libros, buscaste fechas, datos, entrevistaste y la historia será testigo de esa búsqueda incansable de lo oculto.

Gracias, maestra, por tantas enseñanzas. Nos encontraremos en el más allá. Un abrazo lleno de increíbles recuerdos. Las aulas quedarán como ese lugar privilegiado en el que se guardarán esos secretos de experiencias contadas, de historia pura. No te olvidaré.